Entrenar el cuerpo como medio y objeto en la investigación etnográfica
Por Paz Concha
(de la serie El cuerpo como dispositivo de investigación, 12 de mayo de 2020)
Todo trabajo de campo es siempre una actividad corporizada, es decir, no podemos separar nuestra corporalidad de nuestra capacidad de investigar. Por ello, cuando los participantes de nuestro campo están trabajando para generar ingresos, es crucial desarrollar competencias necesarias para performar ciertas tareas con nuestro cuerpo. Este entrenamiento es importante para desarrollar rapport con los informantes, o sea usar el cuerpo como un medio, pero también como un objeto o una herramienta para recopilar información al entender sus prácticas de trabajo y recolectar hallazgos y comprender corporalmente “cómo hacen lo que hacen” en un lugar y tiempo determinado.
En 2014, durante mi investigación etnográfica acerca de la escena de los mercados de comida callejera en Londres trabajé en distintos mercados con una empresa que los organizaba y en los puestos de comida cocinando y vendiendo. Este proceso de inmersión en el trabajo cotidiano de mis informantes requirió un aprendizaje corporal para insertarme en el campo y para comprender las prácticas de los participantes de mi investigación. Aquí conduje observación participante en el rol de asistente del encargado en terreno de los mercados de una empresa, con tareas de rutina como apoyar la administración del personal de aseo, guardias de seguridad y vendedores de comida, asegurándonos que cada puesto estuviera listo en el tiempo para abrir, que el lugar estuviera limpio y controlando las filas de personas que se amontonaban a la hora de almuerzo. Otras tareas tenían que ver con higiene y seguridad como asegurarse que todos tuvieran extintor o la señalética correcta de los alérgenos. También promocioné el mercado en redes sociales y entregué volantes en lugares aledaños para atraer más público. Conocí y conversé con muchas personas relacionadas con el manejo de la operación del mercado en terreno; aprendí “con las manos en la masa”[1] acerca del proceso de toma de decisiones y la difícil relación entre organizadores, vendedores y otros actores.
Tomar notas de campo largas o tan exactas fue muy difícil pues en terreno estaba moviéndome constantemente, buscando materiales, o conversando con múltiples personas en corto tiempo. Cuando había momentos más calmos, me concentraba en tomar la mayor cantidad de notas posibles en mi teléfono. Otras veces, usaba mis idas al baño para escribir palabras clave que luego pudiera recordar para completar las notas cuando llegara a casa. Tomé notas de las diez o doce personas nuevas que conocía en cada visita, sus roles, actividades rutinarias, usos del espacio, tareas e instrucciones, conversaciones con el administrador del mercado y los vendedores, conversaciones de clientes que escuchaba al pasar, actividades dentro de los puestos, entre otras. También tomé notas de las dificultades o problemas que iba encontrando en mi rol; una de las principales molestias fue trabajar en la calle por largas horas con gente pasando, tráfico, ruido, música, lluvia, viento, frío o calor y muchos otros estímulos. Estaba de pie desde las 8am hasta las 3pm. Luego, debía volver a la oficina en algunas oportunidades, lo que hacía que la jornada fuera larga e intensa. Además de ello, al volver a casa me ponía a completar las notas de campo que no había podido tomar. El desafío fue físico y mental, por lo que por lo general agendé visitas en días no consecutivos, excepto cuando trabajé en mercados de fines de semana, en que tenía que asistir ambos días.
La investigación corporizada fue realizada trabajando en colaboración con los actores en el campo también para el caso de los vendedores de comida. Con ellos trabajé en sus puestos y para esta labor discipliné mi propio cuerpo para realizar el trabajo, aprendí a cocinar comida india, malaya y hamburguesas, probando, oliendo, evaluando texturas, consistencias y temperaturas; aprendí cómo moverme dinámicamente y sin chocar a nadie ni desparramar comida en un pequeño puesto en la calle con tres o cuatro personas preparando y cocinando al mismo tiempo, cómo servir y cómo hablar con los clientes. Aprendí qué ropa y calzado usar para ir a trabajar y cómo si te paras sobre un cartón por ocho horas te duelen menos las rodillas que si estás sobre una superficie dura; cuándo y cómo usar guantes, en la mano derecha para cocinar o entregar el pedido y la izquierda queda libre para recibir el dinero, además de nunca olvidar usar moño. En este escenario, el entrenamiento incluía dolor físico (espalda, rodillas, hombros) por estar muchas horas de pie o realizando un movimiento repetitivo como revolver; y también incomodidad corporal como el hastío de los olores impregnados en mi ropa y en mi pelo durante y después de la observación, a veces por varios días a pesar de bañarme.
Compartir estas dificultades con los participantes me permitió desarrollar una relación más estrecha con ellos y obtener un acceso más profundo a sus prácticas. Esta confianza fue importante para acceder a realizar entrevistas en profundidad al final del terreno, con la intención de obtener más discursos reflexivos acerca de lo que se hacía y cómo. Sin embargo, esta posición corporizada en el campo no sólo fue usada como estrategia de acceso y rapport, sino también como una técnica de investigación en sí misma para conocer las prácticas de trabajo. Wacquant (2005) menciona que cuando se realiza etnografía en una modalidad de “aprendiz”, el cuerpo es “tanto objeto como medio de investigación” [traducción propia] (Wacquant, 2005, p. 465). Esto significa que la experiencia corporizada de las prácticas de los informantes no sólo es un medio para mejor acceso o para obtener una comprensión adecuada de la “cultura” de los participantes, sino es que “una técnica etnográfica de investigación e interpretación por derecho propio” (Ibid).
Para el caso de mi investigación, me permitió obtener tanto la inteligencia corporal que estaba siendo usada así como el lenguaje. El entrar al campo como aprendiz facilitó el poder obtener “el conocimiento ordinario que nos hace actores competentes” (Ibid, pp. 465-466). Este proceso de múltiples cálculos y curatorías fue aprendido y transmitido en y a través de la práctica constante y en el tiempo en el proceso de investigación. Al trabajar con mi cuerpo “on the job” pude observar las cualidades sensoriales de la práctica de generar mercados, desde los ritmos y las performances hasta la comida (color, tamaño, textura, olor, estética) y cómo éstas son un elemento importante en la generación de una escena de comida callejera con cualidades distintivas.
Bibliografía/lecturas recomendadas:
Madden, R. 2010. Being ethnographic: a guide to the theory and practice of ethnography. London: SAGE.
Wacquant, L. 2005. Body and Soul: Notebooks of an Apprentice Boxer. Oxford University Press.
[1] Esta sería la traducción más similar a lo que mis informantes llamaban aprender “on the job”, una expresión que se refiere a aprender en y a través de la práctica de la misma actividad. Esta forma de aprendizaje es bastante recurrente en las profesiones creativas y ha sido descrita en otras investigaciones acerca de intermediarios culturales.