Presentación
Reverberaciones sensoriales: prácticas de investigación y ejercicios de registro en tiempos de transformación de nuestros ambientes
Por Miguel Ángel Aguilar y Francisca AvilésI. El taller “Movimiento y sensorialidades urbanas”
Nos encontramos por primera vez en abril de 2021 con el propósito de hacer un ejercicio colectivo de reflexión en torno a las sensorialidades que perviven en nuestras experiencias de movimiento por la ciudad. Como RICMO, invitamos a Miguel Ángel a proponer una actividad que permitiera trabajar y experimentar con estas temáticas, generar una provocación, un asomo al campo. La modalidad del taller fue nuestra aliada, ya que permitió poner en común coordenadas conceptuales y trayectorias temáticas, así como también tender puentes entre nuestras experiencias y escenarios actuales de investigación afectados por la pandemia del covid-19. El formato nos permitió crear lazos de camaradería, al mismo tiempo que nos invitó a explorar, a salir a la calle a registrar lo vivido y lo observado sin la presión que a veces nos pone la productividad. Nos permitió abrir un espacio holgado para crear y pensar en el marco de nuestras rutinas, en tiempos en que el trabajo se trenzaba indefectiblemente con los tiempos y espacios de las actividades domésticas.
El formato online nos permitió conectarnos panamericanamente: asistentes de México, Costa Rica, Colombia, y Chile, nos unimos en una línea virtual, en dos instancias distantes entre sí por una semana de diferencia. De la primera sesión introductoria al tema, organizada por Miguel Ángel a partir de su trabajo en Ciudad de México, se desprendió un encargo en común para todos los participantes. A la semana siguiente volvimos con ejercicios hechos y con borradores, dando pie a una conversación distendida que se fue enriqueciendo con las aportaciones de todas y todos. Las hebras sensoriales comenzaron a desperdigarse a partir de las experiencias de las participantes, tejiendo vínculos sutiles de cuando en cuando. Puntos de convergencia para coordenadas geográficas disímiles, especies de reverberaciones. Comenzamos a preguntarnos: ¿se generan persistencias entre el sonido cotidiano que entra por una ventana en la ciudad de México con las alternancias de ruido y silencio que puede percibir una investigadora en la ciudad de Osorno, en el sur de Chile? ¿Qué sensorialidades permiten conectar el viaje en Cali con el viaje en Santiago? ¿De qué manera el rol de quienes son madres traza un hilo común en las experiencias urbanas y en las maneras de conducir el encargo propio? ¿Qué paisajes se están desarticulando y tramando en las cotidianidades de todas estas latitudes? ¿Qué cuerpos percibimos como vulnerables al atender a sus relaciones con las sensorialidades? De estas experiencias reverberando, recogemos impresiones y acordamos emprender un particular esquema de trabajo. Cada ejercicio preparado en el taller se transformará en una columna que será publicada en el sitio web de RICMO en una serie con entregas de frecuencia mensual. Para extender los lazos y la dinámica colaborativa, tomamos la decisión de acompañarnos y editarnos en duplas, con el fin de incentivar la escritura como un acto que nos reúne.
Antes de proseguir con el recuento de los temas y acercamientos desarrollados en las experiencias etnográficas, presentamos a continuación un breve marco de referencia que nos permitirá situar las exploraciones y hallazgos de los participantes del taller.
II. Paréntesis conceptual: movilidad, vida urbana y sensorialidades
Una salida de casa, o entrada en la ciudad, bien puede comenzar con una reflexión sobre cuánto tiempo tardaría uno en llegar a un sitio determinado, la mejor ruta a seguir, y de ahí la/el transeúnte se dejaría llevar por un hilo de pensamiento que corre paralelo a esa ruta trazada en la mente.
Moverse a través de la ciudad es el
contacto minucioso entre habitantes, y las normas que organizan una coreografía
social; todo esto en un amplísimo entorno material que comprende vialidades,
edificaciones, trazas y formas; áreas
verdes y vegetales de todos tamaños y formas que dialogan desde su escasez o
abundancia con la vida social y material de la que forman parte.
Hilos de pensamientos y rutas imaginadas para luego ser practicadas se resuelven en plural, se realizan siguiendo pautas, patrones tácitos en dónde hay formas de estar asumidas o cuestionadas por los participantes. Caminar más cerca o más lejos de un muro, mayor o menor velocidad en los pasos, mirar activamente o resistir miradas, acercarse o alejarse de alguien. Todos ellos son contactos en relación con presencias humanas y materiales. Caminar rápido de noche por lugares solitarios anticipa contactos posibles o simplemente los recrea con la misma contundencia. Una forma de moverse, de llevar el cuerpo, deja adivinar el hilo de fantasías que sostienen los pasos.
Personales o colectivos, en solitario o en relación, los desplazamientos en la ciudad permiten mirar y producir una amplia gama de dimensiones analíticas desde relaciones entre habitantes y entornos construidos. Una clave de análisis en desarrollo que se puede utilizar en el abordaje de estos vínculos es la dimensión sensorial. Experimentamos un mundo perceptual cuando desde el movimiento entramos en contacto sensorial con lugares y personas que son parte de nuestros escenarios cotidianos. Olores, sonidos, sensaciones corporales, y lo visto se combina de manera inédita o persistente para dar cuenta de formas sociales de estar en lo urbano.
Los datos de los sentidos vueltos percepciones se inscriben en una lógica social y cultural que guía su empleo y significado. En un artículo en el que hace una semblanza del campo de los estudios sensoriales David Howes (2014), uno de los principales impulsores de esta temática, comenta una idea de Constance Classen en torno a modelos sensoriales del mundo que operan como mecanismo de sentido culturalmente compartidos y a partir de este antecedente propone que “cada orden de los sentidos es al mismo tiempo un orden social” (p. 18). El sustrato de esta propuesta, compartida por diversos autores (Le Breton, 2007; Pink, 2015) es relevante en diversas direcciones. Por un lado, se afirma la existencia de un orden sensorial, de modo tal que los sentidos no son empleados con independencia unos y de otros y de manera azarosa, como tampoco lo son en relación a contextos y situaciones sociales. Descartar la arbitrariedad plantearía entonces la búsqueda de regularidades y estructuras comunes. Por el otro, la manera en que empleamos y hacemos comprensible la información de los sentidos se inserta activamente en una distribución social de poder, jerarquías, diferencias, semejanzas y distancias, es decir, participa de principios de diferenciación existentes en el mundo social.
Desplacémonos ahora a la ciudad Ho Chi Minh, en Vietnam, donde la movilidad cotidiana es compleja y se desarrolla de manera multimodal. ¿Sensorialmente qué ocurre en este contexto múltiple y aparatoso? Señala Caherine Earl (2018) que “las interfaces sensoriales que se producen en los desplazamientos por auto, motocicleta y el caminar son las zonas de encuentro, en donde los agentes sociales pueden experimentar conscientemente y reconocer las diferenciaciones sociales” (p.47). En el relato que hace de los desplazamientos en autobús o en taxi están presentes los encuentros imprevistos y las condiciones cambiantes del clima. Una lluvia modifica sensorialmente el traslado en autobús: secos y mojados se reconocen y evitan. Quien viaja en automóvil controla el espacio alrededor de sí mismo y al subir o bajar de la ventanilla se acerca o aleja de olores y ruidos circundantes. Atenuar experiencias sensoriales pasa entonces por el empleo de formas privadas de desplazamiento, a diferencia de las públicas en donde tal capacidad de manejo de lo sensorial está restringida. Con todo, hay también que pensar, propone la autora, que nuevas formas de movilidad podrían transformar paisajes sensoriales urbanos, pero sin alterar procesos de distinción social. Esto abre entonces diversas preguntas sobre la relación entre sensorialidades y diferenciación social. Se puede reflexionar: ¿en qué condiciones la forma de experimentar y recrear el mundo sensorial reproduce y ahonda estas diferenciaciones, y en cuáles las subvierte y cuestiona? Cuáles son los efectos de estos usos de las sensorialidades podrían ser las siguientes interrogantes.
Siguiendo la línea de reflexión propuesta en el caso anterior sería entonces interesante preguntarnos no solo por la dimensión sensorial como parte de un proceso de diferenciación, sino también por las características mismas de aquello experimentado. Qué hace que un sonido, un olor, una textura sea atractiva o repulsiva, cuál ha sido el proceso a través del cual se le codifica de una forma y no de otra. Evidentemente no hay una respuesta única, pero seguir por esta senda reflexiva probablemente llevaría a una arqueología de las huellas sensoriales, su textura significativa.
En relación al tema de los sentidos y el lugar, una referencia muy sugerente es el trabajo realizado por el antropólogo norteamericano Steven Feld (2005) en Papúa Nueva Guinea. Su interés es abordar el uso de los sentidos y la sensorialidad subyacente a los procesos de nominación y evocación poética, considerando estos elementos como centrales para la creación de un sentido del lugar. En este proceso es particularmente importante la comprensión del sonido, su producción y su escucha entre los Kaluli de Bosavi[1]. Con todo, no se trata solo de pensar de manera aislada el sonido y su papel en la conformación de una cultura sensorial, sino en el interjuego de lo táctil, lo sonoro, lo visual en movimiento y la percepción corporal. Para dar fuerza a este conjunto de relaciones Feld elabora el concepto de acustemología, que significa “la exploración de sensibilidades sónicas, específicamente las formas en las cuales el sonido es central a la comprensión, al conocimiento, a la verdad experiencial. Esto parece particularmente relevante para entender la interrelación de sonido y el balance sentido en la sensorialidad y sensualidad del lugar, del hacer lugar” (p. 97). La mezcla de reflexividad y reverberación (no solo sónica sino también evocativa) es central a la idea de lugar, producido no solo por el mero estar ahí sino por un arreglo de prácticas sensoriales.
En la selva tropical el sonido se
transmite de una manera difuminada, entre vegetación, lluvia y riachuelos. En
este mundo sensible se vuelve importante el concepto de voltear algo para
llegar a un interior, como una hoja que se gira, y así se conforma la idea de
que las cosas son más de lo que se puede apreciar a simple vista; contienen una
profundidad hecha de resonancias y sutilezas. Otro concepto relevante en esta
constelación de sentidos es el del flujo (flow)
que tiene que ver tanto con la sensualidad del agua en la morfología del
terreno, como con la voz que fluye y conecta el cuerpo al pensar, sentir y
moverse. Estas nociones de flujo se fusionan en la performance de mapas de
senderos que aparecen en las canciones poéticas de los Kaluli.
Se podría profundizar en las
investigaciones de Feld, con todo, lo importante en este caso es señalar la
manera en que a partir del análisis de información sensorial como el sonido, la
vista y lo táctil es posible acceder a formas culturales que estructuran la
memoria, y el sentido del lugar a partir de ricas experiencias sensibles.
Para seguir explorando posibilidades
de análisis sensorial, y regresando ahora al ámbito urbano, quisiera traer a
colación la idea de proximidad sensible y su relación con el género a partir de
un trabajo de investigación realizado por Olga Sabido[2]
(2020). Se reconoce la importancia de Simmel para el análisis sociológico de
los sentidos a partir de dos categorías centrales: la de proximidad sensible y
la de intercambio de efectos. Ambas suponen un elemento de relacionalidad en la
vida social a partir de las dimensiones de proximidad y distancia. Se participa
en una situación social no de manera unilateral, sino en un intercambio de
pautas comunicativas que establecen una relación en cualquiera de sus tipos,
pensar por ejemplo en las maneras en que
puede desarrollarse la mirada interpersonal con sus múltiples efectos y
afectaciones. En este mismo trabajo que se reseña se pregunta a jóvenes mujeres
universitarias sobre situaciones desagradables que hubieran vivido en
desplazamiento por la calle y con qué sentidos la asociaban. La proximidad
sensible anónima se asocia con calles oscuras, caminar solas, se recuerdan las
situaciones como húmedas y frías. La situación
de vulnerabilidad o violencia
sería indisociable entonces, para quien la vive, de un componente sensorial que
le da una contundencia particular al momento de experimentarse y hace que
permanezca vívidamente en el recuerdo. Es el caso, en relación con el cuerpo,
de ser tocadas en alguna parte, escuchar sonidos particulares de la situación
(pasos, voces, gritos), olores (algunos vinculados con el alcohol), contacto
con fluidos corporales, mirar la forma en que son miradas.
Kelvin E. Y. Low y Devorah Kalekin-
Fishman (2018) editaron un libro sobre
sentidos en la ciudad. En el capítulo final buscan hacer un balance de las
investigaciones que ahí han presentado y abrir nuevas perspectivas sobre el
campo. Una observación interesante que hacen tiene que ver con la necesidad de
explicar cómo la dimensión sensorial se encuentra entrelazada con la vida
urbana y de ahí desentrañar sentidos más allá de rutinas y formas de estar en
la ciudad por lo común naturalizadas. La actividad continua de extrañamiento y
búsqueda de relaciones no evidentes resulta crucial al momento de plantearse
una aproximación sensorial a las maneras de desplazarse y significar la urbe.
En este mínimo apartado conceptual se ha buscado delinear a grandes trazos algunos aportes y temas posibles de indagación sobre la relación entre movilidad, vida urbana y sensorialidades. Queda ahora dialogar con los aportes de los participantes en el taller y así participar de un estimulante proceso de enriquecer un tema de investigación, al tiempo que generamos nueva información sobre nuestros escenarios habituales.
III. La serie de columnas
El taller acontece en un tiempo particular: el de la pandemia. Por lo tanto, cada columna se torna un relato de la actualidad que habla del acto de estar, de confinarse o de moverse en estas etapas transitivas, así como de las nuevas ecologías de las sensorialidades y de la percepción bajo la crisis que nos toca vivir. Las columnas documentan nuevas distribuciones del sentir y del atender, registran maneras de percibir nuestros espacios próximos y aquellos que se han vuelto lejanos. A través de ellas documentamos fragmentos de experiencias, contraposiciones de situaciones y tiempos, a la vez que se manifiestan todo tipo de anhelos. Echamos mano de recuerdos experienciales pre-pandemia. Sin darnos mucha cuenta, la pertinencia de un taller sobre sentidos, sensorialidades, maneras de movernos, se asoma como clave para el presente. Cuando la posibilidad de llegar a perder sentidos como el olfato o el gusto a causa de una enfermedad como el Covid-19 está justo frente a nuestras narices; cuando debemos resguardarnos en casa, apuntando a reducir el con‘tacto’ con otros y con los espacios materiales de nuestras ciudades, dialogar sobre qué pasa con nuestra vida sensorial y qué transformaciones estamos viviendo en las maneras de ser y estar es fundamental en cuanto somos investigadores de lo urbano. Como parte de la invitación de RICMO, se trata -más que nunca- de comprender cómo precisamente el cuerpo se ha vuelto un lugar central y problemático desde donde estudiar el presente; y la movilidad o su contracara, la inmovilidad, un fenómeno puesto en cuestión a la luz de los dictámenes biopolíticos. En reacción a esto, ¿de qué maneras contestamos como investigadores, con nuestros cuerpos, emociones y reflexiones, a las lógicas que nos impone este escenario? ¿Cómo nos adaptamos o transformamos ante los cambios drásticos en nuestros entornos y sus nuevas normas?
Las columnas que serán publicadas en los próximos meses retratan la cotidianidad y permiten comprender(nos) mejor, abordando diversas prácticas de movimiento y topografías de lo cotidiano: el hogar y sus espacios posibles aún por descubrir; el barrio, los trayectos conocidos con sus hitos reconocibles y revisitados a la luz de los efectos de la pandemia; los paseos habituales vividos desde la perspectiva distinta que puso el encargo sobre nuestras reflexiones y cuerpos. En general se levantan como intentos para volver a descubrir y navegar los entornos, para apuntar a re comprender los vectores sensoriales que nos cruzan: las direccionalidades del sonido, las nuevas distancias y los anillos espaciales o umbrales del hogar y del viaje urbano que se han acortado para varios de los presentes. El ejercicio fue también una manera de estar en y con la ciudad, de distanciarse del ámbito doméstico que hemos tenido todo el tiempo con nosotros, y de buscar desde nuestros cuerpos como primer territorio, aquellos indicios de extrañamiento en la situación que vivimos.
Cada columnista tomó ciertas decisiones: a) temporales: cuándo hacer el ejercicio, qué día y hora para dar cuenta de un paisaje o de unas sensorialidades alimentadas por las actividades de la ciudad; b) de compañía o sociales: ir en soledad o con alguien más, o, decidir experimentar en carne propia las estrategias y recorridos de un cuerpo de características distintas; c) de modalidad: optar por un trayecto a pie, en bicicleta, en transporte público, o incorporar más de uno y sus experiencias sensoriales predominantes; d) de posición: observar en movimiento o desde un punto fijo; e) de modo de registro: a través de anotaciones, dibujos, fotografías o videos. De la conjugación de estas coordenadas, emergen registros de observación heterogéneos que serán publicados a lo largo de los seis meses que durará la serie.
Algunas investigadoras establecen su lugar de observación
en el domicilio y se vuelcan hacia lo que pasa afuera, en las calles próximas,
con atención a lo que se cuela en la propia habitación. Otros investigadores
plasman el tránsito por las calles del barrio, registrando espacios físicos y
prácticas sujetas a las reglas sanitarias, mientras otras atienden a los ires y
venires entre el hogar y la calle, caracterizando y redefiniendo las cualidades
membranosas entre lo que es interior y exterior. Otro grupo de investigadores
sitúa su observación en el espacio público y en los lugares de la movilidad:
buses, bicicleta, auto, calle. A partir de estas posicionalidades, las columnas
describen el ejercicio de los sentidos, sus acentuaciones y sinestesias cotidianas;
los nuevos paisajes sensoriales y los horizontes del oído, tacto, vista, olor y
gusto trenzándose a las motivaciones y maneras de hacer el recorrido cotidiano.
Nos muestran el proceso de aprendizaje corporal que hay tras las formas de
moverse y de sentir, las prácticas adaptativas que toman lugar en la ciudad y
que tienen un impacto en el tejido sensorial urbano. Permiten ver los reordenamientos de los sentidos en el plano de la
experiencia, así como sus conjugaciones en relaciones de contraste entre lo que
hay hoy y lo que teníamos antes -las ausencias y nuevas presencias- en un acto
de asimilación de la pandemia.
Varias otras consideraciones emergieron también a la luz
de los ejercicios y el diálogo colectivo. No quisiéramos dejar fuera estas reflexiones
ya que trazan líneas posibles, que reverberan de nuestras experiencias
socializadas en el espacio del taller:
- ¿Cuál será, al estar en Cali, el sabor del chontaduro? ¿A qué huele el aire de una mañana fresca en Santiago? ¿Cómo se escuchan las voces mediadas por el cubrebocas en ciudad de México? Sería interesante conocer esto de primera mano, y volver así el cuerpo del investigador un instrumento de análisis. Junto con esto hay que pensar que las prácticas alrededor de la experiencia sensorial son materia de análisis. Las maneras de comer el chontaduro, la atmósfera de un aire compartido, las gestualidades y proxémicas en espacios públicos formarían parte de las estrategias de análisis sensorial.
- Se observa un cambio en la cultura visual de las ciudades: nuestros rostros se han transformado con la mascarilla o cubrebocas, incidiendo en las interacciones posibles y en los actos que se despliegan en el espacio urbano. Los rostros semiocultos acentúan el anonimato urbano al tiempo que la inexpresividad gana terreno todos los días. Se ha perdido el contagio frente a las sonrisas ajenas y la breve complicidad de los rostros.
- Entre las columnas advertimos una tendencia a acentuar las descripciones proxémicas y los registros propioceptivos en las maneras de moverse, de advertir estrategias de navegación, de adecuar el cuerpo a ciertas situaciones o movimientos en respuesta a los de otros. Ello da cuenta de esas maneras en que los sentidos de uno y otro se entrelazan y “tocan” socialmente en las interacciones.
- Las distancias interpersonales se han vuelto no solo una manera de prevenir contagios, atestiguan la desconfianza ante los desconocidos a través de la separación de los cuerpos. Desconfianzas que generan a) sentimientos de culpa en las aglomeraciones (quién diría que ahora miro para alejarme); y b) fragilidades, en donde un breve soplido humano puede derribarnos. En las relaciones de distancia, emergen y creamos sensaciones que conforman un estado afectivo, como, por ejemplo, el miedo.
- Hay muchas descripciones y conciencia de las distancias no sólo de cuerpo a cuerpo, sino también expresadas en términos geográficos: de la casa al resto del barrio, o del barrio en relación con el centro de la ciudad.
- Las experiencias sensoriales son fuerzas que remueven y llevan a la acción por sí mismas: a salir a la calle, a subirse al techo, a tomar un autobús.
- Los paisajes sensoriales que se describen en los textos se componen incluyendo los sonidos y fenómenos asociados al tacto: hay varios registros de sensaciones de calor bajo los rayos del sol, o de los efectos de la sudoración.
- La relación con la vegetación en la ciudad comúnmente lleva a consideraciones políticas, ya que tiende a considerarse su presencia como una especie de indicador de lugares de privilegios y de barrios más bien acomodados. En vinculación con esto, se generan alusiones al elemento agua no sólo desde lo sensorial, sino también desde percepciones sociales y lecturas desde la segregación que se vive en los espacios de la ciudad.
- Por último, los ejercicios y textos se comprenden como exploraciones desde el lenguaje para hablar de los sentidos y de experiencias sensoriales, lo que irremediablemente revela la persistencia de una tensión que recorre por completo el campo de pesquisa que estamos abordando.
La exposición anterior nos ha permitido recoger algunos
de los temas posibles que emergen a partir del cruce entre sensorialidad, movimiento
y vida urbana. Las columnas sin duda que enriquecerán esta discusión al
presentar una variedad de aproximaciones y perspectivas metodológicas, y de
paso, sugerir preguntas nuevas y originales al tema que nos convoca.
Referencias
Earl, Catherine (2018). “Senses of distinction, social differentiation, metro- mobillities and daily life in Ho Chi Minh City” en Low, Kelvin E.Y., Kalekin-Fishman, Devorah (Eds.), Senses in cities. Experiencies of urban settings, Routledge, New York.
Feld, Steven (2005). “Waterfalls of song: an acustemology of place resounding in Bosavi, Papua New Guinea”, en Feld, Steven, Basso Keith H (2005). Senses of place, Santa Fe, School of American Research Press.
Howes, David (2014). “El creciente campo de los Estudios Sensoriales”. Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad, 6 (15),10-26. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=273231878002
Le Breton, David (2007). El sabor del mundo. Una antropología de los sentidos. Buenos Aires: Nueva Visión.
Low, Kelvin E.Y., & Kalekin-Fishman, Devorah (Eds.) (2018). Senses in cities. Experiencies of urban settings. Routledge, New York.
Pink, Sarah (2015). Doing sensory ethnography. Thousand Oaks, Sage.
Sabido, Olga, (2020) “La proximidad sensible y el género en las grandes urbes: una perspectiva sensorial”. Estudios Sociológicos, Vol. 38, No. 112.
[1] El libro de Feld Sound and Sentiment: Birds, Weeping, Poetics, and Song in Kaluli Expression, Duke University Press, publicado originalmente en 1982 (dedicado a Charlie Parker, John Coltrane, y Charles Mingus, hacedores de continentes sonoros), es una cautivadora invitación a explorar las presencias contenidas en los sonidos.
[2] Es también coordinadora, entre otros trabajos sobre lo sensorial, de un libro lleno de pistas para seguir estudiando el tema: Sabido, Olga (2019) (coordinadora). Los sentidos del cuerpo: un giro sensorial en la investigación social y los estudios de género, México, UNAM / CIEG, .