Desde los márgenes de la investigación
Por René Catalán
(de la serie El cuerpo como dispositivo de investigación, 20 de julio de 2020)
En la tercera temporada de Westworld, la afamada serie de la cadena
HBO, su protagonista - Dolores - busca desmantelar un mundo en donde las
decisiones personales han sido anticipadas a través de una supercomputadora
denominada Rehoboam, la cual contiene toda la información personal de
los habitantes del mundo. Esta situación queda expresada en el lema “el libre
albedrío no es libre”. Rebohoam entonces, viene a ser la etapa final en
el desarrollo de la inteligencia artificial: una máquina que controla aquello
que estaría en la base de nuestra humanidad.
Rebohoam tiene, sin embargo, un límite:
¿qué sucede más allá de la acción que se enmarca dentro de los límites de las
normas sociales de interacción? ¿Cómo sería posible entonces, acceder a esa
acción que sólo es gatillada cuando las normas sociales quedan suspendidas? La
solución de la serie: utilizar los perfiles de quienes durante muchos años han
ingresado como huéspedes a un mundo ficticio que recrea escenarios como el
Oeste Norteamericano, el Japón del período Edo y la Italia bajo la ocupación
Nazi, donde ellos han podido expandir su conducta más allá de los límites que
el mundo real les permite. Esta información permitiría lograr completar aquel
conocimiento que, por ubicarse en los márgenes, le impide a Rebohean
modelar a la perfección el futuro, evitando las alteraciones al orden que él
mismo ha establecido.
Los sucesos de Westworld transcurren unos 40 años en el futuro, sin
embargo, en la actualidad el big data aparece como la gran herramienta
que permitiría comprender el comportamiento individual y social, haciendo uso
de las gran cantidad de información producida por la digitalización creciente
de los diferentes aspectos de la vida: comunicación, operaciones financieras,
entretenimiento, movilidad, entre muchos otros. El big data se instala
como la ventana definitiva hacia la comprensión de la acción humana, de forma
tal que ya no habría necesidad de, como investigadores sociales, insertarse en
el campo para poder investigar.
Pero, ¿cuáles son los límites del big
data? O, dicho de otra forma, ¿cómo superamos los límites de nuestro Rebohoam?
Un elemento esencial de la investigación es la capacidad de preguntar, sea para
actualizar interrogantes que se mantienen sin responder o para formular nuevas.
Esa capacidad de preguntar nace del sumergirse dentro del campo. Es la
capacidad de habitar nuestro campo de estudio la que nos genera ese impulso por
comprenderlo. Desde la femonomenología en adelante que hemos entendido esto.
Lo anterior, sin embargo, no termina
de responder la pregunta planteada. Cuando pensamos en la capacidad ilimitada
de comprensión que aportaría el uso creciente del big data para la
investigación social, nos falta deternos a preguntar qué sucede fuera de los
límites del big data: ¿qué ocurre con aquello que no está siendo
registrado, aquello que escapa a los mecanismos de recolección de información,
sea por falta de capacidad o por falta de interés?
El habitar nuestro campo de
investigación nos permite también traspasar los límites establecidos e ir en
busca de aquello que escapa a las grandes interrogantes, aquello que reside en
los márgenes, aquello que si bien escapa al interés general, demanda una
respuesta. Volviendo al ejemplo, Rebohoam siempre necesitará que habitemos y
cuestionemos los márgenes de nuestra humanidad para poder comprendernos a
cabalidad, un conocimiento que, probablemente, siempre estará más allá de su
alcance.